martes, 30 de octubre de 2012

el hilo rojo del destino

La leyenda del hilo rojo nace en China, aunque también tiene su versión japonesa. Se trata de que las almas gemelas están unidas por un delgado hilo rojo (invisible a los ojos humanos) que está atado en nuestro dedo meñique, es así como las personas atadas a cada extremo del hilo están destinados a encontrarse, están atadas entre sí a pesar del lugar, de los años, y de sus circunstancias. Tal vez el hilo sea muy extenso y difícil de seguir, tal vez se enrede, pero nunca se rompe.
Como mencioné hay muchas leyendas… Una de ellas cuenta que existe un anciano que vive en la luna, que sale todas las noches para buscar entre las almas de la tierra todas aquellas que están predestinadas a conocerse y unirse.
Hay otra leyenda japonesa, que es la más popular y me parece muy bella, sobre todo porque nos recuerda lo tramposo que puede ser el destino, o lo necios que somos nosotros ante él. Según cuenta hace mucho mucho tiempo, había un emperador muy impetuoso y altivo. El emperador tuvo conocimiento de que en una de sus provincias vivía una bruja con grandes poderes, capaz de ver incluso el hilo rojo del destino. El emperador, que conocía bien las leyendas del hilo rojo, decidió que podría contratar a la bruja para que le condujera a su esposa. La bruja accedió, y empezó a buscar por toda la provincia, día y noche. El emperador la seguía muy de cerca, ya que no quería perderse la oportunidad de encontrar a su alma gemela. Finalmente la búsqueda les llevó a un mercado, donde una pobre campesina con un bebé en brazos vendía comida. La bruja indicó al joven que esa era la persona con la que terminaría casándose, pero el impetuoso y altivo emperador decidió que esa no podía ser la persona con la que compartiría su reino, así que empujó enfadado a la campesina, ésta al perder el equilibrio dejó caer a la niña que se hizo una brecha en la cabeza. Después de eso, el emperador ordenó a su guardia cortar la cabeza de la bruja, que bajo su punto de vista le había tomado el pelo. Años después, llego el momento en el que el emperador debía contraer matrimonio. La corte le insinuó que su mejor opción era casarse con la hija de un general muy poderoso de la provincia. El emperador aceptó ya que esa unión podría fortalecer su reino, además tenía entendido que la joven era enormemente bella. El día de la boda llegó, y la novia se presentó con un precioso velo que no permitía ver su cara. Tras la ceremonia, llegó el momento en el que el novio tenía que retirar el velo, al hacerlo vio por primera vez el rostro de su esposa, y se dio cuenta de que la joven tenía una cicatriz muy peculiar en la frente. Una cicatriz que él mismo había provocado al no ver al destino que había pasado frente a él y también nos muestra como los amores destinados son eso, no podemos escapar de la persona que nació para amarnos. A modo de curiosidad, y para entender lo significativa que es esta creencia en Japón , les cuento que en el Periodo Edo (1603 a 1867) algunas mujeres se amputaban el dedo meñique para demostrarles su amor a sus maridos. Se consideraba un símbolo de completa lealtad.

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